
Graciela R. Luna
En estos días, en una asesoría que daba, mencioné la frase: «El divorcio no es un fracaso. Fracaso es fingir que eres feliz en una relación donde no quieres estar»; me llamó la atención la dimensión de mis palabras, por ello quise escribir algunas cuestiones, no solamente legales respecto al tema.
Sin duda, el divorcio no es una cuestión fácil, en primer lugar, porque el amor romántico, en ocasiones nos impide romper sin cargar con la culpa que ello implica; en segundo lugar, por el trabajo que cuesta separarnos –con papeles o sin ellos-, ya que crear nuevos comienzos en ocasiones nos asusta.
No hay nada malo en una separación, sino cuando ves delante de tus narices el cómo se descompone el amor, aun cuando en ocasiones sabíamos o podíamos intuir que no era el mejor punto de partida. El divorcio no es fácil, es romperse ante la pregunta de cómo estás, las fotos del pasado, no quitarse el anillo, las lágrimas en silencio, recordar los detalles que te gustaron de esa persona, pero admitir que no hay nada sólido para continuar… TODO CAMBIA, pero ¿es el fin del mundo? Debemos aprender que no.
Hay que ser muy valiente para mirar a tu pareja a la cara y decirle que se acabó, porque conlleva un cambio de vida; negarse al divorcio por el qué dirán, por moral o miedo, solo condena ser un “zombi”. Es mejor romper antes de dejar de querer, antes de que los reproches más duros sean lanzados. Es de valientes reconocer que ha llegado a su fin y soltar. El divorcio también es dejar de hacer daño a la otra persona, u otras personas (posteriormente les platicaré de estos daños de los que me he percatado); una separación, es amarrarse los cordones de los zapatos para no tropezar en el camino.